¡Por fin puedo enseñarte las nuevas joyas! Son el Colgante y los Pendientes de Almez en plata. En este post te cuento porqué estaba deseando que este árbol formara parte de mi Colección Herbario.

Y es que dudo que haya otro árbol peor conocido o más ignorado que el Almez. Y esto a pesar de que, en casi todas las ciudades y muchos pueblos de la mitad sur y el este de la Península, podemos encontrar extraordinarios ejemplares que nos regalan su sombra en verano.   

Si estás entre los que no conocen este árbol, hoy te voy a enseñar a reconocerlo y ya nunca volverá a pasarte desapercibido.

El Almez, la elegancia hecha árbol

Tiene un porte esbelto, con ramas que crecen verticales a gran altura, creando una copa frondosa y densa.

Sus hojas, alargadas y aterciopeladas, cuelgan lánguidas de las ramitas, dándole esa presencia tan elegante.

Los frutos son pequeñas bayas que lo adornan casi todo el año, pasando del verde, al amarillo y al negro cuando están maduros.

El conjunto se completa con la delicadeza de su corteza plateada que casi parece una piel.

Pero, ¡atención! Es posible confundirlo con un Olmo porque ambos son de hoja caduca, tienen un porte parecido y sus hojas son lanceoladas y asimétricas.

La diferencia más evidente está en las cortezas. Mientras la del Olmo es muy gruesa y agrietada, la del Almez es fina, lisa y uniforme.

Puedes fijarte también en algo que es particular de este árbol: la nervadura de sus hojas. En lugar de tener un nervio central del que parten otros más pequeños, tiene tres nervios principales de los que parten los demás. Verás que es inconfundible.

En cada lugar, un nombre

Es impresionante la cantidad de nombres que tiene el Celtis australis en Castellano: alatonero, aligonero, alirón, almecina, ladonero, hojaranzo, lodón, latonero, lidonero, mermecilla, pomal, quincabero… según cada región.

Sin duda, el nombre vernáculo más conocido es Almez, que proviene del árabe hispano “al-máys” y que significa sencillamente “árbol”.

El Almez y su entorno

Es raro ver bosquetes de Almez, suele crecer asociado a otras especies en los bosques mediterráneos de ribera, en barrancos y laderas. Pero podemos encontrarlo como árbol de sombra y ornamental en entornos urbanos. Además de por su valor estético, es muy apreciado porque se adapta a todo tipo de suelo, tolera el calor, la sequía, la niebla salina, el viento, el hielo y las inundaciones a corto plazo. ¡Es un todoterreno!

Este árbol tan longevo (vive hasta 600 años) pide muy poco, pero en cambio, es muy generoso con la vida silvestre. Proporciona alimento y refugio a aves, pequeños roedores e insectos. Sus frutos maduran en otoño, pero permanecen en sus ramas durante todo el invierno sin estropearse. Así los animalillos pueden contar con su alimento en los meses más duros del año. También hay varias especies de orugas que comen sus hojas durante la primavera.

Usos y curiosidades

El Almez es originario del sur de Europa y desde la Antigüedad es un árbol apreciado por las cualidades de su madera, sus propiedades medicinales y el sabor de sus frutos.

Su madera es flexible y resistente como la del Olivo o el Boj. Se ha utilizado tradicionalmente para fabricar útiles de labranza, remos, toneles, bastones, pero también instrumentos musicales como las flautas para los pastores, con las que creían que se ahuyentaba a los lobos. La madera más dura de las raíces era la elegida para la fabricación de pipas de fumar.

Sus frutos son comestibles y tienen un sabor dulce y sabroso parecido al dátil. Es un alimento muy energético con alto contenido en carbohidratos y vitaminas. Los griegos los llamaban “frutos de miel” y los romanos los utilizaron, machacados y mezclados con harina, para abastecer a sus ejércitos en campaña. También se consumieron como golosinas y con ellos se preparaban dulces y mermeladas.

Yo he de decir que aún no los he probado, pero tengo mucha curiosidad, así que en cuanto maduren pienso hacer una cata en toda regla.

El Almez tiene diversos usos medicinales. Los frutos tienen propiedades astringentes y se utilizaban, en infusión con las hojas, para rebajar la tensión arterial. Parece que su consumo permite rebajar el nivel de colesterol y los niveles de azúcar en sangre. La corteza se utilizó para regular los ciclos menstruales, para los resfriados y el dolor de garganta.

Mis vínculos con el Almez

El Almez o Lodón siempre ha estado presente de alguna manera en mi vida.

Los primeros Almeces que recuerdo son los de Toledo. He pasado mucho tiempo recorriendo sus calles porque toda mi familia es de esta ciudad y siempre me han impresionado estos árboles enormes creciendo a los pies de sus murallas.

Luego empecé a reconocerlos en muchos pueblos de Alicante, donde he veraneado toda la vida. Había uno enorme en la casa de mis abuelos debajo del que jugábamos cobijados del sol.

Para colmo, vivo junto a Torrelodones, cuyo nombre se refiere a la torre de los lodones (almeces). Este árbol también aparece en su escudo, pero es una lástima que no se encuentre más que un ejemplar, plantado recientemente, en todo el municipio.

Sin duda, mis almeces favoritos son los centenarios que hay en el Real Jardín Botánico de Madrid. Son tan espectaculares que merecen una visita para conocerlos.

Colgante y Pendientes de Almez

Después de todo lo que te he contado, comprenderás que no podía resistirme a plasmar el encanto de este árbol en mis hojas de plata.

Por eso quiero presentarte las nuevas piezas de la Colección Herbario: el Colgante y los Pendientes de Almez.

Es una pieza que llama la atención por su asimetría tan marcada y que desataca por la fuerza de sus nervaduras y su borde aserrado.

¡Ya puedes encontrarlas en la tienda online!

¿Conocías el Almez?

Espero que a partir de ahora seas capaz de identificar este magnífico árbol y disfrutes de su belleza.